lunes, 14 de enero de 2008

28 de diciembre de 2007 (1ª parte)


El día de hoy pensamos dedicarlo a visitar Yad Vashem así que tras desayunar tomamos el bus 18 que nos deja a la entrada del Monte Herlz y desde allí damos un agradable paseo hasta la entrada de Yad Vashem. Lo primero que hacemos es alquilar unas audioguías en español que nos permitan enterarnos bien de todo. Son poco más de las nueve de la mañana y tenemos hasta las dos, ya que con motivo del Sabbath el museo cierra antes. En cualquier caso es tiempo suficiente, según lo que me he informado con anterioridad con cuatro o cinco horas se puede hacer una muy completa visita.
Comenzamos con un paseo por la avenida de los Justos entre las Naciones, un emotivo jardín en el cada árbol plantado hace honor a aquellos no judíos, de cualquier religión, nacionalidad, étnia o ideología, que ayudaron a los judíos víctimas de la barbarie nazi, arriesgando sus propias vidas en tal empeño.
A continuación entramos en el Museo del Holocausto. Tiene la forma de un prisma triangular acostado sobre una de sus caras laterales y atraviesa la montaña, quedando sepultado en ella pero recibiendo luz desde la especie de claraboya que forma su arista superior. Para entrar al museo ahí que bajar un poco y desde allí seguir el largo pasillo que lo forma y que imperceptiblemente va subiendo de forma que al acabar la visita sales a una preciosa panorámica.
Al caminar por este pasillo central te vas topando con unas grietas a modo de zanjas que te impiden el paso obligándote a desviarte y entrar en las salas laterales donde se expone toda la historia de la Shoa. Al acabar cada sala vuelves al pasillo central, a otra grieta y de ahí a la siguiente sala. De esta forma vamos zigzagueando en una especie de slalom temporal que nos permite seguir de principio a fin todo lo que sucedió en aquellos terribles años. Cada grieta representa un punto de inflexión en el devenir de la historia que afectó profundamente a los judíos y a la suerte que habrían de correr.
No es posible describir todo lo visto. Hay que ir, hay que visitarlo. Creo que realmente es obligado para cualquier persona estar allí en algún momento de su vida no tanto para conocer hechos (para eso hay libros, internet, ...) sino para SENTIR. Estaba abarrotado de gente y sin embargo el silencio solo lo rompía el comentario en voz baja de algún guía y los muchos pañuelos que se acercaban a narices y ojos. Miraras a donde miraras veías ojos llorosos y caras abrumadas por el dolor y la incomprensión. Porque a pesar de lo que la historia nos ha demostrado ¿cómo entender lo que pasó? ¿cómo asimilar esa obsesión por el exterminio del pueblo judío?
Hubo varias cosas que me impactaron sobre las demás. Supongo que cada uno encontrará las suyas. Para mí fueron tres.
En primer lugar, en una sala en la que se trata la reunión de los jerarcas nazis para organizar la "solución final" encontramos un panel en el que se contabiliza la población judía de cada país. Hasta ahí normal. Lo más fuerte, al menos para mí, y que demuestra lo decididos que estaban a llevar el genocidio hasa las últimas consecuencias, es que el panel refleja a TODOS los países, incluyendo aquellos no conquistados por el Eje tanto enemigos (Gran Bretaña) como amigos (España), cercanos o lejanos. Daba igual, estaban dispuestos a acabar con todos.
Otra cosa muy significativa es la que podemos ver en una de las últimas salas en la que se dedica espacio al final de la guerra y la alegría que inundó a Europa. Todo el mundo feliz bailando y cantando en las calles, sonriendo alegres .... ¿todo el mundo? por desgracia no. Al lado de esas imágenes podemos ver las de los campos de concentración recien liberados. En ellas los supervivientes no tienen fuerzas ni ánimos para festejar nada. No les queda NADA que festejar. Han sobrevivido pero sus cuerpos no son más que esqueletos recubiertos de piel y sus espíritus han sido asesinados miles de veces. El recuerdo de cada uno de esos días que han pasado en el infierno les impide festejar nada, los cádaveres que se pudren junto a ellos no permiten alegrías ni risas.
Por último lo que más impresión me ha causado es una foto. No las que muestran cadáveres amontonados, ni niños golpeados hasta morir, ni mujeres jovenes convertidas en ancianas por el hambre, la enfermedad y el frío, ni la del ¿soldado? que apunta por detrás a la cabeza de una madre con su bebé en brazos, ni ..... todas esas ya las conocía. La que realmente me conmovió fue la foto de una boda. La típica foto de boda de los novios con la familia: padres, hermanos, cuñados, sobrinos .... eran los años treinta, cuando todo empezaba. Eran 64 personas de la misma familia. Al acabar la guerra solo sobrevivieron 10 personas de esa familia. Podía ser la foto de la boda de cualquiera de nosotros, todos hemos estado en alguna foto así. Esa foto refleja mejor que ninguna otra la magnitud de la devastación que se abatió sobre el pueblo judío.
Al salir del museo hay un libro de firmas y solo se me ocurre una cosa que poner:
PERDONAR ES INMORAL

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espero que hayas visitado el salón del millón y medio de velas, donde una voz relata de fondo los nombres de todos los niños asesinados en el Holocausto. Es realmente triste esa parte del museo.