jueves, 17 de enero de 2008

29 de diciembre de 2007 (1ª parte)

Después de un rápido desayuno en nuestra habitación y bastante descansados gracias al Sabbath tomamos un taxi (hoy no circulan autobuses) que nos lleva hasta Zahal Square donde confluye la calle Jaffo con las murallas de la ciudad vieja. Esta zona siempre abarrotada de coches hoy está casi vacía excepto por los grupos de peatones que tranquilamente se dirigen al corazón de la ciudad.
Lo primero que hago es acercarme hasta el edificio de Notre Dame de France para recordar a los jovenes luchadores judíos del Gadna que en 1948, durante la Guerra de la Independencia, se enfrentaron allí a las tropas de la Legión Árabe de Jordania. Un puñado de adolescentes pobremente armados contra el ejército árabe mejor preparado y armado conducido por oficiales británicos.


Después y nada más cruzar la calle, entramos por New Gate al Barrio Cristiano de la Ciudad Vieja. Tras cambiar algo de dinero y curiosear un poco por la zona del Patriarcado Latino bajamos por unas escalerillas hasta la calle St. Francis que va atravesando toda la zona cristiana hasta convertirse en Aqabat el Khanga y, tras cruzar Bet Habad, nos metemos de lleno en el Barrio Musulmán torciendo a la izquierda por El Wad y luego a la derecha hacia Sha´ar Haarayot. Aunque estamos en los comienzos de la Vía Dolorosa ya no vemos los carteles con Papá Noel, ni puestos vendiendo árboles de Navidad, ni oímos los villancicos que nos han acompañado en nuestro recorrido por las calles cristianas. Aquí la media luna, la pañoleta a cuadros y la camiseta con la cara de Arafat predominan en el paisaje. En cualquier caso no se percibe ambiente "complicado" así que, con mi gorro de Tzahal en la cabeza y mi bufanda del Betis atada a la muñeca, iniciamos el recorrido de la Vía Dolorosa.
Para mí, que no soy creyente, no tiene el significado espiritual que a tantos otros abruma. Sin embargo reconozco que te sientes un poco especial cuando caminas por allí, entras en la Prisión de Cristo, colocas tu mano en la Huella, ... y todo ello inmerso en un revoltijo de suqs que se entrecruzan. Es curioso descubrir la placa de alguna de las Estaciones del Viacrucis semioculta sobre un puesto de especias o de frutos secos. También me llamo la atención la mezcla de gentes, ver pasar junto al grupo de turistas uniformados por su gorra amarilla a un juidío ortodoxo que se dirige a una yeshiva en pleno barrio musulmán. O como en un mismo puesto callejero te venden camisetas de Tzahal, junto a otras de "Palestina libre" justo al lado de un crucifijo. El negocio es el negocio....


Al final de la Vía Dolorosa te encuentras en la iglesia del Santo Sepulcro, nada espectacular por fuera pero bella y cargada de historia, simbolismo y tradición en su interior. Hacemos cola durante un buen rato escoltados por un grupo de enormes rusos delante y unas risueñas hindúes detrás, buena prueba de la enorme variedad de personajes que se reunían allí. Todos ellos visiblemente emocionados ante lo que sentían como uno de los lugares más sagrados. Por fin conseguimos entrar en la zona del sepulcro, protegido por un sacerdote ortodoxo de grandes proporciones, y tengo que reconocer que acabas conmoviéndote ante las muestras de fervor religioso de los que nos rodeaban.

No me ha atacado el famoso "virus de la espiritualidad" pero sí que comprendo como deben sentirse los que nos rodean. Y los respeto enormemente.

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